Innovación organizativa

Hablemos de un tipo de innovación que tiende a pasarse por alto frente a la búsqueda de elementos tecnológicos: la innovación organizativa.

La definimos como la implementación de un nuevo método de organización en las prácticas de negocio de la empresa, en el entorno laboral o en sus relaciones con el exterior.

Es la innovación más prevalente y efectiva, que se apuntala en un modelo de “hacer, usar e interactuar” (DUI). Es una formulación alternativa al STI (“ciencia, tecnología e innovación”) y requiere la adquisición y utilización de destrezas por parte de los trabajadores y dar voz y poder de participación a los empleados.

Así, ofrecer la oportunidad de desarrollar las aptitudes de los trabajadores es un rasgo definitorio de entornos de trabajo innovadores, pero igualmente lo es la capacidad de los gestores (de primera línea) de hacer posible esa participación.

En este tipo de innovación nos encontramos con un modelo de innovación ascendente, incremental, generada en el lugar de trabajo con potencial de reforzar productos, servicios y la manera en que se entregan. Así, cada vez se crea más valor mediante una amplia gama de cambios e innovaciones complementarios tanto tecnológicos como no tecnológicos. De hecho, la mayor parte de las innovaciones son de tipo ascendente y no tecnológico, es decir, nuevas prácticas de negocios y de organización del lugar de trabajo.

La innovación organizativa, además, tiene efectos positivos en el crecimiento empresarial. De hecho, se puede llegar a mejoras de rendimientos de entre el 15 y el 30% para los que invierten en innovación en el entorno laboral. (Según Warhurst y Wright). También  es más asequible y tiene mayores probabilidades de crear entornos favorables al resto de tipos de innovación en las empresas.

Para llegar a esta situación no es suficiente con contratar a los mejores graduados y doctorados y ponerlos en unas instalaciones de I+D y sentarse a esperar por resultados. En lugar de ello, la gestión, las estructuras organizativas y las prácticas deben potenciar las ideas y el esfuerzo de los trabajadores. Es importante integrarlos en una estructura de red de control, autoridad y comunicación, en prácticas “integradoras” que conducen a la innovación continua.

Las organizaciones integradoras abarcan formas de trabajo interdepartamentales e interdisciplinares, con definiciones de trabajo amplias y que incluyen conceptos como autonomía, empoderamiento, desafíos y, curiosamente, seguridad laboral. Todo ello, favorece la innovación y aumenta la productividad.

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